Dijiste que querías viajar por el mundo. Que no tenías ganas de tener hijos. Algo te impulsaba a seguir conociendo todos los rincones del planeta. Tu sonrisa podía iluminar cualquier calle de Temple Bar, pero a veces bajabas la cabeza y desaparecías. Me dijiste que no querías complicarte la vida. Tu portal estaba cerca, a pocos metros de donde te vi por última vez en medio de toda la gente que se marchaba. Tenías la boca fría.