Volvía a los discos y a los libros porque creía que allí estaban las claves para interpretar el mundo. Se preguntaba si esto acaso era un vínculo ficticio y material, una relación de costumbre que se había convertido en su única esperanza. Buscaba ese vínculo con lo que a simple vista no se ve y regresaba a un espacio donde otras fuerzas lo empujaban hacia algún lugar, con la única certeza de lo que importaba por encima de todo era vivir, tras haber sentido que entre las notas y las letras, en espacios inacabables, estaba casi todo.
Pero tal vez, inesperadamente, descubriera que eran los discos y los libros los que se nutrían del mundo. Y entonces tal vez fuera feliz escuchando el murmullo del agua en las rompientes de la costa o el griterío de los niños en el patio del colegio o en el chasquido de los besos de los novios en el parque.
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