El Libro de Arena no tenía ni principio ni fin. ”No puede ser pero es”, le decía el vendedor de Biblias a un hombre solo tras tocar su puerta en un cuarto piso de la calle Belgrano. Este cuento me lo recomendó mi padre como algo que debía guardar, valioso, intemporal, como una caja de metáforas de múltiples aplicaciones. Y no se equivocó. Mi padre tiene muchos defectos pero de él, muy aficionado a las palabras, he aprendido la buena costumbre de leer.
En casa siempre hubo libros, de todas clases, incluso en el baño alguna revista se colaba sin que mi madre la hubiese colocado en su respectivo lugar. Ayer pensé que el libro es un compañero que nunca te pide nada a cambio. Te lleva sin moverte de la cama a tierras inhabitadas, lejanas, de hielo y fuego, océanos, calles y ciudades luminosas, bosques, páramos y colinas, noches eternas.Te conduce por la vida y la muerte, la alegría y la tristeza; la belleza y todos esos universos que forman parte de nosotros mismos. Tras el viaje el libro te devuelve al sueño.
Este país celebra el Día del Libro. No recuerdo quién me mostró las primeras palabras pero me alegro de seguir en esta aventura.
“Pensé en el fuego, pero temí que la combustión de un libro infinito fuera parejamente infinita y sofocara de humo el planeta”.
El Libro de Arena, Jorge Luis Borges, Buenos Aires 1899 -Ginebra 1986.
si el gusto por la lectura se propagara con más fuerza, podríamos hacer mejor uso del lenguaje para comunicarnos convenientemente y de esta manera, no tener que recurrir a la violencia para poder expresarnos… (o esto será el producto de la gente que le han enseñado a leer a palos?)
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